Hace un tiempo se me ocurrió una idea curiosa: unir a distintas mujeres de todo el globo, ponerlas en conexión a través de la red, para ver nuestras similitudes y nuestras diferencias, para conocernos, y para enriquecernos con ese conocimiento. Encontrarlas fue fácil, tan sólo utilicé dos datos: un nombre, Susana, y un blog. Lo demás daba igual.
Me sentí honrada e ilusionada cuando vi las respuestas de mis tocayas, que se sumaron rápido a la iniciativa y empezamos una relación, vía e-mail, o bien blog a blog.
Sin embargo, lo que no me esperaba, y no sabéis cómo me ilusionó, fue que esta idea pasajera, hecha con todo el amor eso sí, llegara tan lejos.
El otro día recibía un correo de mi tocaya argentina. Me contaba que había conocido a la Susana de Ámsterdam, que había ido por allí por motivos laborales, y habían pasado unos ratos preciosos. Me decía también que quería seguir conociendo Susanas, animándome a pasar por allí alguna vez.
Así que ya veis, lo bonita que puede ser la globalización, esa que permite a todos los seres humanos conocerse en la distancia, e incluso, alguna vez, quedar para comer “carlitos”.
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