
No sabes con qué ganas me quedé de levantarme y salir de ese auditorio, lo cual no hice por educación. Y no sabes con qué ganas me quedé de decirte esto, lo cual no hice por falta de oportunidad.
La próxima vez que vayas a algún sitio a leer un manifiesto anticastrista y con tinte neoliberal, a arremeter demagógicamente contra ese sistema, por favor, no engañes a los asistentes, no lo ocultes tras un título de conferencia sobre municipalidad, sobre cooperación, no, porque ya que hablas de libertad, yo también quiero tener la mía de meterme o no en un discurso ideológico y manipulador de ese calibre.
Pues sí, Zoe, es cierto, ojalá en Cuba existiera una democracia.
Pero, ¿sabes qué? ojalá, ojalá, ojalá, en el resto de países de América Latina (y del mundo, por supuesto) se garantizasen a todo ser humano unas condiciones mínimas para vivir como se hace en Cuba.
Una alimentación, educación, sanidad tan envidiables para otros países, para tantas personas que morirán sin conocer que son posibles, que hay otro mundo que dista de ser perfecto, pero en el que son posibles.
Tus palabras indignan, hieren a la gente que lucha día a día por estas cosas.
Oírte decir con tanto odio que, a pesar de haber visto mucha pobreza en otras zonas, no puedes solidarizarte con ellas porque primero está la libertad de tu país, primero está acabar con ese sistema, duele, y repugna a quien se ha trasladado hasta ese congreso para escuchar, aprender, compartir nuevas formas de vencer las desigualdades, de lograr ese tan soñado desarrollo para todos.
Afortunadamente, anteriores ponentes y congresistas no defraudaron, y en general, al menos por lo que me concierne, y por los temas que más me interesaban, Intermunicipia cumplió sus expectativas con creces.